

An Ocean Away
Season 3 Episode 11 | 1h 11m 27sVideo has Closed Captions
Cristina tries to trap Victor with her pregnancy lie.
Ana chases Alberto to the airport, but his flight has already departed. Rita and Pedro get a medical opinion neither one of them expected. Cristina tries to trap Victor with her pregnancy lie.
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An Ocean Away
Season 3 Episode 11 | 1h 11m 27sVideo has Closed Captions
Ana chases Alberto to the airport, but his flight has already departed. Rita and Pedro get a medical opinion neither one of them expected. Cristina tries to trap Victor with her pregnancy lie.
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-Lo tengo claro, Mateo.
Se lo debo a Ana.
-La decisión está tomada.
-Y yo sería incapaz de hacer algo así.
-Tu mejor amiga me ha arruinado la vida.
Ha conseguido que no tenga nada por lo que luchar.
-El gran amor de tu vida acaba de hundirte.
Es verdad.
Alberto no es el padre.
-¿Qué querías que hiciera?
¿Qué me iba a abandonar para irse con Ana?
-Por el momento, conmigo no cuentes.
-Se lo iba a contar.
-¿Por qué no lo hiciste?
-Porque eso no cambia nada, ¿no?
-No.
No cambia.
-Que no es momento para discutir ahora, Pedrito.
-¿Qué dices?
-Vente para acá, que saca un rato.
-¿Qué pasa con su mujer?
-Está muy encima mío.
-Esta noche comenzamos los estudios.
-¿Sabes lo que pasa, Pedro?
Que a ti esto no te importa.
¿Y sabes por qué no te importa?
Porque tú ya tienes un hijo.
-Yo también quiero ser padre contigo.
-Gloria.
-Carmen.
-Por fin has llegado.
-Pero cómo no va a estar una madre en los preparativos de boda de su hija, ¿verdad, cielo?
-Que me he enamorado.
-No te puedes enamorar de la señorita Patricia.
-Pues, llegas tarde.
-Quiero darte ya mi regalo de bodas.
Tú dame todas tus acciones y nada de esto se sabrá.
-¿Y por qué yo?
-Porque los Oteguis son mucho más poderosos que tú.
Y yo quiero la mayoría y la quiero ya.
-Tú te vas porque no tienes cojones de enfrentarte a esta situación.
Eres un egoísta, un perdedor, un cabrón egoísta que... Las galerías no van a ser lo mismo sin ti.
¿Me vas a decir por lo menos a dónde te vas?
-A Cuba.
-Sus sueños, sus ilusiones, su casa.
¿Está dispuesto usted a renunciar a todo eso?
-El señor Cafiero es un nuevo accionista de las galerías.
Va a distribuir tu colección a nivel internacional.
Dice que eres la próxima Coco Chanel.
-¿Cómo?
No me lo puedo creer.
-No te preocupes, yo la cuidaré.
-Te quiero mucho, hermano.
-Alberto, te estás equivocando.
Yo sin ti... Mateo, perdona, creí que era Alberto.
Creí que aún estaba en las galerías.
No te preocupes, mañana se lo diré.
-Alberto se ha ido de las galerías.
Se ha marchado para siempre.
Ha vendido su porcentaje de acciones a Enzo Cafiero.
Acabo de dejarlo en el aeropuerto.
Se marcha.
Se acabó.
-¿De qué me estás hablando, Mateo?
-Fue su manera de pedirte perdón.
Siente todo el daño que te ha hecho.
Ahora mismo confía mucho más en tu carrera que en la suya propia.
Dijo que ya no tenía nada aquí.
Que verte cada día le estaba matando.
Se acabó.
Se fue.
-No sabes cuánto tiempo llevo queriendo volver a su lado.
-Atención, señores pasajeros.
El vuelo de 208 con destino a La Habana efectuará su salida en 30 minutos con la puerta B5.
-Camarera, póngame otra, por favor.
-Los bajos van a doble pespunte, señoritas.
Nada de atajos, que revisaré prenda por prenda.
-Muchas gracias.
-¿Sabe una cosa?
Normalmente cuando alguien bebe pide whisky o bourbon.
-Bueno, yo no bebo para olvidar, bebo para recordar.
-¿A qué hora decías que salía el vuelo?
-Algún día me las pagaréis.
-¡Vamos!
¡Vamos!
-¡Vamos!
¡Que alguien quite ese corte!
-Que necesitamos pasar.
Mateo, no llegamos.
-Bájate.
¡Márchate o no lo ves más!
Airsa 208, destino a La Habana.
¡Vamos, a por él!
¡Es el amor de su vida!
-Atención, señores pasajeros.
El vuelo de Airsa 208 con destino a La Habana efectuará su salida en 15 minutos con la puerta B5.
El vuelo de Airsa 101 con destino a Estambul efectuará su salida en 20 minutos con la puerta B2.
-Perdone, ¿el avión de Airsa 208 a La Habana?
-¡Puerta B5, final del pasillo, segundo piso!
¡Pero estaba a punto...!
-Última llamada para el vuelo de Airsa 208 con destino a La Habana.
Embarquen por la puerta B5.
-Señor, ¿billete y pasaporte?
Señor.
Su billete y el pasaporte, por favor.
-Sorry.
-¡El vuelo a La Habana!
-Lo siento, están pista para despegue.
-Disculpe.
¿Se encuentra usted bien?
-Última llamada para el vuelo de Airsa 101 con destino Estambul.
Puerta C2.
-Perdone.
¿Sabe quién estaba aquí sentado antes?
-Un caballero.
Moreno, fuerte.
-¿Y habló con él?
-Solo me dijo que... que bebía para recordar.
-Estoy buscando formas de comunicarme.
Déjalo en mis manos.
-Vamos, Mateo.
Tengo que preparar mi viaje a La Habana.
-¿Qué?
-Ah, no, Polo, siempre, llegamos a las puertas.
-A ver, aquí, doctor Vallejo.
Clínica recién inaugurada.
-Me niego.
-¿Por qué?
-Porque está recién inaugurada.
-Pero está aquí al lado.
Bueno, y ella sí tiene tono nuevo y aparatos modernos... -No, que no, que no, que me niego.
Te estoy diciendo que me niego.
Que será un hombre joven, atractivo, muy guapo, rubio, con los ojos azules.
Y es que lo estoy viendo.
Tú te mereces a alguien, pues, con experiencia, mayor, de la edad de tu padre.
Calvo, gordo.
-Pero ¿se puede saber qué te pasa?
Ya está, ¿no?
Que luego la que tiene que lucirse delante soy yo.
-Encima, te vas a lucir delante.
Bueno, pues... O sea, que encima, claro, como tienes que abrir las piernas, te vas a lucir.
Y encima, delante de un hombre joven, vamos, me niego, en la vida.
-Yo esto se lo voy a preguntar a una compañera porque son temas de mujeres y seguro que alguna tiene alguno de referencia.
-Bueno, déjame a mí, que yo puedo saber de estas cosas.
A ver.
Un doctor, que sea mujer -Pedro.
-Perdona.
¿Tú conoces a alguien?
-Que, que te voy a hacer una pregunta muy sencilla de, de compañera a compañera.
A ver, ¿cómo te digo yo esto?
Que... Que si tú quieres tener hijos.
-¿Qué?
-¡Ay, pues eso, mujer!
Que tengo que ir a mi ginecólogo y yo no sé por dónde empezar.
-Bueno, pues, te doy el teléfono del mío y listo.
-¿El tuyo?
Pero ¿tú ya has ido al ginecólogo?
-¿Nunca has ido al ginecólogo?
-Sí, claro.
Todos los lunes.
Pero... Pues, no, niña.
Nunca jamás.
¿Y yo cómo le voy a enseñar la...?
Que no, que no, que no lo he necesitado.
Vaya, pero ahora sí lo necesito y mucho.
¿Tú me vas a ayudar?
-¿Qué necesitas?
-Pues, saberlo todo.
Venga, que en peores casas he cuidado.
No, eso espero.
-Me voy a Cuba, Rita.
Alberto se ha ido pensando en mí.
Tengo que ir a buscarle.
-Pero ¿Alberto no está en su despacho?
-Alberto ha cogido esta noche un avión a La Habana.
Me fui al aeropuerto para tratar de impedírselo pero cuando llegué ya era demasiado tarde.
Casi me muero, Rita.
Hasta que vi la botella.
Cuando eramos pequeños me las solía hacer.
Metía aviones de papel dentro sin nota ni nada para que yo supiera cuánto me quería, pero que nadie más se enterase.
-Creo que voy a llorar.
-El caso es que ahora sé que se fue pensando en mí y queriendo decirme todo lo que me quería.
Y yo no voy a esperar más.
Mañana mismo me voy a ir a comprar un billete para irme a La Habana a buscarle.
-No, si es la historia de amor más bonita que he escuchado en mi vida.
Pero ¿qué pinta Alberto en La Habana?
-Pues, porque no soportaba más esta situación.
Vernos todos los días y tener que estar así.
Así que al final le vendió sus acciones a Enzo Cafiero y se ha ido allí a conocer el pasado de sus padres.
-¿Que vendió el qué?
-Que me voy, Rita, que me voy a ir a buscarle.
-Pero ¿vas a volver, no?
-Pues, claro, tonta.
¿Qué sería de mí sin ti aquí?
Voy para traerlo conmigo.
-Qué buen humor tiene esta mañana.
Da gusto verle así.
-Hoy no es un día cualquiera, doña Blanca.
Mi sobrina... -Sí, su sobrina vuelve a brillar como le corresponde.
Lucía me dio la buena nueva.
Enhorabuena, se lo merece.
-Gracias.
Me ha llamado don Mateo a primera hora.
Me imagino que querrá que lo tengamos todo organizado para la llegada de don Alberto con los italianos.
-Sí, a mí también me citó a primera hora, pero por lo que me dijo, tuve la impresión de que don Alberto no estaría aquí esta mañana.
-En todo caso llegarán un poco más tarde.
No creo que don Alberto sea ausente en un momento como este.
-Adelante.
-Buenos días.
-Buenos días.
-Buenos días.
-Disculpe, don Mateo.
Me da la impresión de que hemos llegado demasiado pronto.
-No se preocupe, pasen.
Estoy tratando de hacerme con algunos documentos para los italianos.
Han llamado esta mañana para pedir más información de la prevista.
-Si me dice de qué se trata, quizá pueda echarle una mano.
-Yo puedo ayudarle a encontrar esos papeles, don Mateo.
-No.
-Sé que Clara no está no me importa, de verdad.
Doña -¡Blanca, no!
Este pequeño caos no tiene que ver con la ausencia de Clara.
Tiene que ver con la ausencia de Alberto.
Don Alberto se ha ido a Cuba.
Ya no se encargará más de las galerías Velvet.
Enzo Cafiero es el nuevo propietario.
Él se encargará de gestionar la empresa a partir de ahora lanzar la colección de Ana y su carrera internacional.
-No sé qué decir.
Siempre pensé que llegado este momento sería el propio don Alberto quien lo comunicase.
-Las galerías han sido siempre un negocio familiar.
Velvet no es nada sin la familia Márquez.
¿Cómo ha podido suceder una cosa así?
-Creo que Alberto ha intentado despedirse de cada uno de nosotros a su manera.
No estaba pasando un buen momento, ya conocen los datos de su intimidad.
No quería provocar ninguna alarma, eso desde luego.
Su intención es que todo continuase como hasta ahora.
-¿Mi sobrina sabe...?
-Sí, sí, desde ayer por la noche.
El caso es que ustedes dos son dos pilares fundamentales en la empresa.
Siempre lo han sido, pero ahora más que nunca.
-¿Y qué podemos hacer para ayudarle?
Pronto se sabrá en el taller y es probable que la gente se inquiete.
¿Qué planes tiene el nuevo propietario?
-Los desconozco, doña Blanca.
Pero Alberto dejó todo bien atado para que nadie pudiera sufrir el cambio.
Don Emilio les necesito.
Yo solo no sé si podré hacerme con todo esto.
-Estaremos abajo para cualquier cosa que pueda necesitar.
-Muchas gracias a los dos.
Pronto bajaré a contárselo al resto.
Mientras tanto, les pido discreción.
Gracias.
-Buenos días.
No acabo de entender cómo ha podido hacer una cosa así.
Las galerías eran su vida.
Su vida, la de su padre... -Don Emilio, me permite que le diga algo.
Usted lo sabe perfectamente.
Cuando un hombre da un giro tan radical a su vida, suele hacerlo por una mujer.
Para don Alberto, las galerías ya no eran su vida.
Su vida era Ana.
-Sí.
Sí, será mejor que hable con ella.
-Sí, será lo mejor.
-¿Y entonces se va a ir mañana?
-Sí, en cuanto lo tenga todo resuelto.
Dice que no va a volver hasta que no se lo traiga con ella.
-Y mientras, ¿qué va a pasar en las galerías?
-Pues, yo qué sé.
-Señoritas.
Preparen con la mayor delicadeza el vestido de novia de la señorita Patricia.
Y el de la madrina.
Y los de las demás invitadas, por supuesto.
Hoy es un día muy importante para ella.
Y para todos.
Cuando hayan terminado con todo lo relacionado con la boda, quiero que recojan el taller hasta dejarlo impecable.
Esta tarde esperamos la visita de alguien muy importante para todos.
-Perdone, doña Blanca, ¿podemos saber de qué visita se trata?
-El gran magnate de la moda italiana, Enzo Cafiero.
-Ese es el nuevo jefe.
-Y no nos dicen nada.
-Pues no, pues no lo dirá.
-Señoritas.
Hay mucho que hacer y las horas pasan volando.
-Galería Velvet.
-No, Bárbara, estoy convencida.
Sí, quiero decirle que él es el padre.
Es lo mejor para nosotros.
[golpes a la puerta] Tengo que dejarte, luego te llamo.
Sí, adelante.
-Señorita Cristina, tiene una visita.
-Que pase.
-Gracias.
Pase, por favor.
-Muchas gracias.
Hola.
¿Interrumpo?
-Claro que no, te estaba esperando.
Te dije a las 10:00 y son las 10:00.
Sigues siendo tan puntual.
-Bueno, no te creas.
El autobús de Valladolid, que ha llegado adelantado, si no... Te he traído esto.
Es que me he tropezado con dos señoras allá abajo y... Pero si lo pones así, no se nota.
-Muchas gracias.
Es un detalle muy bonito.
-¿Cómo estás?
Estás muy guapa.
Quiero decir que te queda bien.
¿Cómo os encontráis?
-Estamos mucho mejor, gracias.
Pero han sido unas semanas muy tensas.
-Ya.
Me quedé preocupado con tu llamada, Cristina.
¿Qué pasa?
-Tengo que decirte algo muy importante, Víctor.
¿Te importaría acompañarme al jardín?
-Tú, claro, claro.
-Damos un paseo y hablamos.
-Sí.
-Te estaba esperando.
-He tenido que salir un momento -Sí, Rita me lo ha dicho.
Tenías que hacer algo más importante que venir a verme.
-Alberto... -Alberto se ha marchado, ya lo sé.
¿Y tú cuánto tiempo hace que lo sabes?
-Ayer.
Y casi me muero, tío.
Fui al aeropuerto y todo a buscarle, pero su avión había salido y no... -¿Qué me estás ocultando?
-Que me voy a Cuba a buscarle.
-Eso es una auténtica locura.
Alberto ha renunciado todo por tu carrera, y tú, en lugar de apostar por ella, vas y abandonas.
Abandonas para irte tras él.
Esto no es ningún juego.
-Por supuesto que no es un juego, es mi felicidad y mi vida.
-Enzo Cafiero llega esta misma tarde y te quiere al frente del negocio.
Dejad de comportaros como dos críos de una vez.
Aquí dentro hay muchas familias que dependen de que este negocio vaya bien.
-No soy ninguna niña para que me hable así.
-Pues, demuéstramelo y cumple con tu responsabilidad.
Un día tomaste la decisión de dejarle, ¿no es eso?
Pues no es este el momento de volver con él.
-¡Eso seré yo quien lo decida!
Dime que no me estoy equivocando.
-No veo la hora de irme a casa.
No puedo más de estar encerrada entre cuatro paredes.
Muchas gracias por el paseo.
Me ha venido muy bien salir al jardín.
Y muchas gracias por la compañía.
-No tienes que dármelas.
Además, a mí también me ha venido bien verte.
Porque, bueno, quería contarte algo, Cristina.
-Dime.
-Bueno, quería que supieras que estoy muy bien y darte las gracias.
Porque estar contigo me ha servido para darme cuenta de lo que de verdad quiero en la vida.
Voy a casarme.
Volví a Valladolid a arreglar las cosas con mi novia y... Muy bien.
Y nos casamos a finales de año.
Es una mujer maravillosa.
Maravillosa.
A veces me recuerdo mucho a ti en... Bueno, en el pelo... Perdóname que... te estoy contando todo esto y eres tú la que me ha llamado.
¿Qué querías?
-Quería pedirte disculpas.
Tú y yo no habíamos terminado bien, Víctor, y eso me pesaba.
No me comporté contigo como debía.
Te pido perdón.
-Eso.
-Eso.
-Eso me lo podías haber dicho por teléfono.
Es una tontería, hasta olvidado eso.
-Así te puedo felicitar en persona.
Enhorabuena, Víctor.
Deseo que Claudia y tú seáis muy felices.
-Lo seremos.
Gracias, Cristina.
Me voy a ir yendo, que tendrás que descansar, ¿no?
Voy a recoger mis cosas.
-Adiós, Víctor.
-Adiós, Cristina.
-¡Eh, tú!
¿Qué estáis preparando aquí?
-Es para la recepción de Enzo Cafiero.
-¿De Enzo Cafiero?
-¡Menuda cara, Enrique!
Cualquiera diría que no tienes un buen día.
-Bueno, cierto es que no estoy a punto de pegar un braguetazo.
-Tuviste tu momento.
-¿Sabías que hoy viene a las galerías Enzo Cafiero?
Vaya, parece que no soy el único que está fuera de onda.
-¿Cómo?
-Eso es una locura, una irresponsabilidad.
-Pues, el irresponsable lo ha dejado todo muy bien atado, entre otras cosas para que su hermana se quede al frente de la colección de joyas.
Así que, Patricia... -Uy, qué generosidad.
¿Eso fue antes o después de quedarse con mis acciones?
-Le has regalado las acciones a Alberto.
-Parece que ya no son de Alberto.
-Pero bueno, es que alguien nos va a tener en cuenta para tomar una sola decisión en esta empresa.
-Mira, Enrique, el nuevo dueño de Velvet llega hoy.
Esas cosas, trátalas con él.
-No, eso se va a hablar ahora.
-Patricia, enhorabuena por tu boda.
Discúlpame, pero no voy a poder ir.
-Uy, qué pena.
Mateo.
Mateo.
Mateo, sabes perfectamente que Alberto me chantajeó para conseguir esas acciones.
Quiero recuperarlas.
-Eso es imposible, Patricia.
Ya está todo firmado.
Velvet pertenece a los italianos.
Lo que te dije antes es cierto.
Tu hermano te ha garantizado un puesto de por vida aquí adentro.
-Claro, ¿cómo sería inútil?
-Deja ese discurso ya.
-Mateo, por eso me dio esos bocetos de joyas.
-Esos bocetos podrían hacerte muy grande si tú quisieras.
-Antes me verás muerta.
-Disfruta de tu día.
-¿Te quieres quedar quieto?
-Es que yo no entiendo por qué se tiene que venir esta mujer con nosotros, de verdad.
-Pero ¿y eso a qué viene ahora, Pedro?
-¿Por qué viene?
Porque es que es una cría y va a escuchar el tema de, de la precaución delante de nosotros.
Pero qué precaución ni que nada.
Si esa sabe más que tú y yo juntos.
-¿Cómo que es...?
-Bueno.
-Siento el retraso.
-Más lo siento yo.
-¿Todo bien?
-Perfecto.
Venga, vamos que llegamos tarde.
-Buenos días, teníamos cita con el doctor.
-¿Su nombre?
-Lucía Márquez, pero no es para mí, es para Margarita.
-Lucía Márquez, el doctor me dijo que le avisara en cuanto llegase.
Enseguida está con ustedes.
-Gracias.
-Pues- yo me voy a quedar afuera, ¿eh?
-¿Pero cómo te vas a quedar afuera?
-Sí, sí, sí, que entre Lucía contigo.
No, es que Lucía es hembra.
Al fin y al cabo, cuando... Ella sabe, ella sabe todo, tú sabes todo.
Se me ha dicho ya que ya... -Pero digo yo que el hijo no lo voy a tener con Lucía, ¿no?
-Pedro, no la puedes dejar sola en un momento así.
Además, seguro que tú también tendrás que darle explicaciones al médico.
-Pues, seguramente.
-El doctor les espera.
¿A quién?
A nosotros, ¿no?
O sea, a nosotros me refiero, a nosotros dos.
Porque nosotros tres O sea, yo con Lucía no tenía... -¿A dónde tenemos que pasar?
-Síganme, por favor.
-Tranquila, ya verás que todo va bien.
¿Recuerdas lo que hablamos ayer?
-Sí, si el problema es que me acuerdo.
Ya, tira para allá.
-Bien, como ustedes imaginarán, hay múltiples factores que pueden influir en el hecho de que una mujer se quede o no embarazada.
-¿Cuáles?
-Sí, ¿cuáles?
O sea, se puede...
Se refiere a las posturas.
Yo siempre lo digo de cambio, pero ella dice... Yo es que eso es experimental con gases... Señora Montesinos, voy a proceder a pedirle una serie de pruebas.
-Lo sabía.
Soy yo.
-Bueno, aquí dice que su marido ya es padre.
No hay por qué pensar que ahora sea estéril.
A no ser que haya pasado alguna enfermedad tras el primogénito.
-No.
No, si tan solamente he podido tener unas paperas y dos o tres gripes.
-Paperas.
¿Cuándo tuvo usted paperas?
-Dos, tres años.
-Sí, pero, pero... O sea, yo me encuentro... Me encuentro fenomenal.
O sea, yo estoy como un toro.
-Pues, me temo que al toro también habrá que hacerle alguna prueba.
-¿Eso soy yo?
-Bueno, tranquilícese.
Son todas pruebas muy sencillas.
Además, habrá que descartar cualquier posibilidad.
Pero las paperas pueden influir en ocasiones en la fertilidad del varón.
Tranquilícese.
Están en buenas manos.
-¿Qué?
¿Cómo ha ido?
-Bueno, pues es que... Como un toro, como un toro, como un toro.
Bueno, vamos que don Emilio debe estar enojado con nosotros.
-¡Guau!
Parece que la novia está lista para subir al altar.
-¿Qué haces aquí, Jonás?
-Quería ver cómo te quedaba el blanco.
-Pues, ya sabes que estupendamente.
¿O es que lo dudabas?
-Usted y yo sabemos que lo que a mí me pase importa poco.
Después de lo que ha pasado, quería decirle que le deseo toda la suerte del mundo.
Ya tenía lo que quería.
-No digas tonterías.
Mientras de poco voy a casarme con otro hombre.
¿Me vas a decir que no te molesta?
-A quien le va a doler esa odia es a usted.
Aunque dudo que sea capaz de reconocerlo.
-Adiós, Jonás.
Aquí sobras.
-¿Qué le parece, señorita Patricia?
¿Cómo lo va viendo?
-No sé.
No acabo de verlo perfecto.
-¿Me permite?
Yo la veo divina.
Las novias siempre tan inseguras el día de su boda.
-¡Oh, qué maravilla!
¡Qué maravilla!
Pero, doña Blanca, ¿usted ha visto alguna vez una novia más hermosa?
Y con más elegancia.
Y qué decir del vestido.
Porque, vamos, no sé de quién será este vestido, pero parece diseñado por los mismísimos dioses.
Vamos, me están entrando ganas hasta a mí de pedirte matrimonio, Patricia.
-Sí, el vestido no es el problema.
-Bueno, pues no será por el novio, porque Valentín se va a caer de culo cuando te vea entrar por esa capilla con tanta soledad como una grande de España.
-Créame, señorita Patricia.
Hacía tiempo que no teníamos una novia con tanto señorío.
-Yo no sé cómo Alberto podía hacernos algo así.
-No se ponga usted así.
Hoy no es día para preocuparse de los negocios.
Debe disfrutar de su boda.
-Gracias.
-Pero ¿qué pasa?
¿Qué pasa?
-Don Alberto ha vendido sus acciones para dejar las galerías en manos del gran Enzo Cafiero.
-¿Cómo?
-Se ha ido.
Y yo aquí vestida de novia a punto de casarme con ese.
-¡Patricia!
¡Patricia!
-¡No está disponible!
-¡Necesito hablar urgentemente!
-¡Ahora no es el momento!
¡Ayúdenme!
¡Ayúdenme que no entre, por favor!
-Doña Blanca, yo me encargo.
-Está bien.
-Es que tú no sabes qué da mala suerte ver a la novia el día de la boda.
-No, de eso ya se ha encargado tu hermano.
¿Cuándo pensabas decirme que le has vendido tus acciones?
-Bueno, yo no pensé.
No creí que fuera importante.
-¿Me estás hablando en serio, Patricia?
¿Pero qué tipo de relación estamos construyendo, por amor de Dios?
¡Eres mi prometida!
¡Nos casamos en unas horas!
-Valentín, lo siento.
Alberto estaba fatal.
Yo nunca le había visto así.
Él quería marcharse de aquí.
Dejar atrás todo lo que le había generado tanto dolor.
Y su única salida era Enzo Cafiero.
Pero, pero claro, Enzo no entraría en las galerías si no tenía la mayoría.
Y entonces vino a pedirme ayuda.
Yo no sé si hice lo correcto, pero... Pero al fin y al cabo es mi hermano, ¿no?
-¿Y qué le voy a contar de todo esto a mi madre?
-Pues, tampoco hace falta que le cuentes todo lo que hablamos, ¿no?
-Patricia, no sé qué voy a hacer contigo, de verdad.
-¿Perdonarme?
¡Valentín!
-Te estaba esperando.
Creo que se te han bajado los humos.
Lo que me extraña es que tú no los tengas.
Es decir, ¿que vamos a dejar que un italiano venga a Velvet y haga y deshaga su antojo?
-Alberto ha elegido a Gafiero y se lo ha hecho para vos.
-Ah, o sea, que no eres más que un pelel en mano... Está muy bien, piénsalo, piénsalo fríamente.
Vamos a dejar que un desconocido, que un extranjero, se siente en esta silla y empiece a tomar decisiones por todos nosotros.
Lo que tenemos que hacer es unirlos.
¿Te hace gracia?
-Antes de estar al lado de un hotel y prefiero que me maten, voy a apoyar a Gafiero porque es la mejor opción y porque es la decisión de Alberto.
No tengo nada más que decirte, Enrique, ¿te vale?
-Tú sabrás.
Pero que sepas que ni yo ni mi familia vamos a ser rehenes de una decisión estúpida de Alberto Márquez.
-Necesito que me ayudes.
-Bastante hice ayer.
Que si sé que vas a salir corriendo detrás de él, te juro que no te llevo al aeropuerto.
-No empieces tú con eso también, por favor, Mateo.
Necesito que me digas dónde se va a alojar y qué va a hacer exactamente allí.
-No tengo ni la menor idea.
-Te agradecería que me ayudaras.
Me voy a ir igualmente.
Arriesgo de no volver a verle.
-No sé nada.
Porque de la misma forma que no aprobé su viaje, tampoco apruebo el tuyo ahora.
¡Ánimas!
Se hospeda en un hotel de la calle Ánimas.
Lo regenta un tal José Abeal y Otero o algo así.
-Gracias.
-Espera un momento, espera un momento.
Esto no te va a salir gratis.
Te quedas a recibir a Cafiero.
-Mi avión sale mañana por la mañana y tengo muchas cosas que organizar.
-Lo primero que tienes que organizar son estas galerías.
Alberto hizo todo esto por ti.
El único motivo para vender las galerías a Cafiero es convertirte a ti en una estrella internacional.
Es la condición primordial de este acuerdo.
Y sin ti no hay trato.
¿Lo entiendes?
Se acaba Velvet.
-Alberto se fue pensando que yo no le quería.
Sabemos lo que va a hacer nada más llegar allí, pero no sabemos cuál va a ser el siguiente paso.
Y si llego tarde y no le vuelvo a ver nunca más.
-Si tanto dices que quieres a Alberto, baja ahí, recibe a Cafiero y demuestra que su sacrificio no ha sido vano.
-¿Y si Cafiero no me deja marchar?
-Es un riesgo que tendrás que correr.
-Señor Infantes, a su puesto.
Y en silencio todos, por favor.
-Emilio, por favor, dígame que lo que me ha contado doña Blanca no es cierto.
-Señor de la Riva, no es el momento más oportuno para alterar el orden de los preparativos.
-Pero vamos a ver, es que a mí nadie va a darme una explicación oficial de... -Sí, yo, Raúl.
-Atentos, por favor.
-Señores, es para mí un deber informarles que don Alberto Márquez ya no será a partir de ahora propietario de las Galerías Velvet.
El señor... -Silencio, por favor, silencio.
-Gracias.
El señor Enzo Cafiero, al que todos ustedes conocen, magnate de la moda italiana, se ha sentido cautivado por nuestra nueva colección y no solo ha querido hacerse con ella, sino también con la mayoría de acciones de estas galerías.
-Esto es inaudito.
-Raúl, por favor, un momento.
Esto es un nuevo reto para todos nosotros.
Por eso les pido, por favor, que nos esmeremos muchísimo en esta recepción.
Gracias.
Raúl, Raúl.
¿Sabemos algo de Phillipe Ray?
-No.
-¿Y Ray?
-Señor Cafiero, bienvenido a su casa.
-No puedo estar más impresionado con el recibimiento.
-Nada que la ocasión no merezca.
Adelante, por favor.
Pues esto es lo que querías, ¿no?
-Lo tengo todo pensado para ti, Ana.
En los próximos tres años lanzaremos tu firma internacionalmente.
Con tu propio nombre.
Sin pseudónimos.
Primero Milán, luego París, Londres, Nueva York.
Todo el mundo sabrá quién es Ana Rivera.
Y debemos empezar cuando antes.
-Es fantástico, señor Cafiero.
Pero usted mejor que nadie sabe que Velvet es mucho más que una colección.
Quizá le seduzcan otros talentos dentro de la casa.
-¿Me estás cuestionando?
Es mi primer día y ya me estás cuestionando.
-No, no, no.
Para nada, señor Cafiero.
Para nada.
Simplemente digo que, bueno, a lo mejor, quizás esta semana deberíamos centrarnos en conocer a todo el equipo que trabajamos en Velvet.
No solo la figura de Ana, solo eso.
-Ya veo que son los hombres antiguos.
Yo adoro que las mujeres manden.
Sé exactamente lo que ha pasado con la colección de Ana en España.
Y no quiero que eso contamine la visión de la colección en extranjero.
Cuanto antes trabajemos en eso mejor.
¿No le parece, señorita Rivera?
-Claro que sí, señor Cafiero.
Es solo que desde que Alberto ha salido de las galerías... -Ana, por favor.
-...Mi capacidad de trabajo y mis prioridades han cambiado.
-¿Qué me quieres decir, señorita Rivera?
¿Que para usted, Velvet ya no es una prioridad?
-Claro que sí.
Es solo que todo lo que puedo dar y hacer está directamente relacionado con la presencia de Alberto en mi vida.
Necesito recuperarle.
Quiero recuperarle.
Serán solo unos días.
-Hemos firmado un contrato.
-Y no le fallaré.
-Tengo que acabar algunos asuntos en Roma.
Volveré en diez días.
A mi regreso la quiero aquí, dispuesta a dar la vida por estas galerías.
-Tiene mi palabra.
-¿Y los Oteguis?
¿Qué?
¿No voy a conocer a mis socios?
-Por supuesto.
Por supuesto, ahora mismo no puede ser porque uno de ellos se encuentra hospitalizado, pero pronto se pondrán en contacto con usted.
-Señor Cafiero.
Buongiorno.
Es un honor.
-Le presento a... -Enrique Otegui.
-Encantado.
Pensé que ya no lo vería hoy.
-Lamento mucho el retraso.
Unos asuntos personales me han retenido.
Espero que este pequeño obsequio sirva como disculpa.
Tengo entendido que le gustan mucho.
-Habanos.
Mis favoritos.
-Una cosa más que tenemos en común.
Y ahora, Mateo, Ana, si nos disculpáis, el señor Cafiero y yo tenemos que hablar de socios.
-Es el día de su boda.
Ya me encargo yo.
Gracias, Braulio.
Cualquier novedad, por favor, hágamelo saber.
A mí sola.
-Sí, señora.
-Hijo.
Tranquilo, hijo.
Cariño.
Tú sabes que eres lo más importante para mí, ¿no?
-Claro, madre.
-Y que entre tú y yo nunca ha habido secretos.
-Bueno, algún secreto, si es pequeñito, sí podría haber algún día, ¿no?
-No.
Entre una madre y un hijo nunca debe de haber secretos.
Por eso, tenemos que hablar de lo que ha pasado.
Con la mina de Guinea.
-¿Cómo con la mina de Guinea?
¿Qué es lo que ha pasado con la mina de Guinea?
-Anoche, un terremoto.
Hubo un terremoto en la zona y ha quedado sepultada.
Hemos perdido toda la explotación.
-¿Qué?
-Sí, hijo, habrá que valorar los daños, pero me temo que las pérdidas son millonarias.
-Pero esto ha sido un desastre, madre, por favor.
-Por eso, ahora mismo esta boda es muy importante.
Si no conseguimos recuperar la mina, que Dios no lo quiera... -Por favor.
-Podemos caer en la ruina.
Así que date bien a Patricia.
No vaya a ser que finalmente sea ella la única que nos pueda echar un cable con su negocio.
¿Me comprendes?
-Sí, claro, claro, te comprendo, madre, te comprendo, sí.
Te comprendo.
-Ahí llega la novia.
Ahora debes estar a la altura.
-Sí.
Vamos dentro, madre, dentro, que vaya día, por favor, vaya día.
-Baja.
-Nunca imaginé que sería así.
-Ni yo que te casarías con una de las mayores fortunas de Madrid.
-No me refería a eso.
Voy a casarme con un hombre al que no amo.
-Patricia, ya hemos hablado de eso.
Tiempo al tiempo.
-Pues, no soporto ni que me toque.
Solo pensar en esta noche... -Será solamente una noche.
Y después podrás hacer con él lo que quieras.
Le tratarás a tu antojo y a cambio vas a vivir como una reina.
-Me estoy equivocando.
-Patricia, Alberto te ha dejado en la calle.
Vas a firmar el contrato más importante de tu vida.
Hazme caso, hija.
Por una vez, hazme caso.
-No conozco a nadie.
-Venga, baja.
Sonríe.
-Hay muchas clases de amor.
El amor fraternal, el amor platónico, el amor prohibido.
Pero no hay amor más fuerte que el que nos reúne hoy aquí.
Un amor que tiene la consistencia de una roca.
Y que lleva a Valentín y a Patricia a afirmar ante Dios Todopoderoso.
Amo a esta persona con todo mi ser.
Valentín Alcocer.
¿Quieres a Patricia Márquez por esposa y prometes amarla, respetarla y guardarle fidelidad para toda la vida hasta que la muerte os separe?
-Sí, quiero.
-Patricia Márquez.
¿Quieres a Valentín Alcocer por esposo y prometes amarle y respetarle todos los días de tu vida hasta que la muerte os separe?
-Sí, quiero.
-Por el poder que me ha sido encomendado por nuestro Señor Jesucristo, yo os declaro marido y mujer.
-Primo, que seguro que a estas horas le está diciendo el "sí, quiero".
Me mandaba a mí liarme con la señorita Patricia.
¿Qué te pasa a ti?
-Nada.
-¿Cómo que nada?
Si desde que ha vuelto de la gringa que te llevas una nube en la cabeza.
Esta mañana estabas como un toro.
-Sí, como un toro manso, eso es lo que soy.
-No digas tontería, los Infantes somos toros bravos.
-¿Los Infantes?
Ni qué narices, primo.
¿Qué quieres que te lo diga?
Te lo digo, no puedo.
Que me han dicho que la escopeta que está sin cargar.
-¿Cómo va a ir sin cargar?
Y Manolito que es del cartero.
-Que eso fue antes de la enfermedad.
Que me han dicho que las paperas, pues me han dejado... Joder.
Cabresto.
Y yo me enfadaba con el gimnasio, ¿eh?
Me llamaba caragaita, caragaita.
-¿Las paperas te han dejado sin munición?
-Es que cuando se hinchan las, pues, también se hinchan lo... que se acabó.
-Hombre, primo, no, no te pongas así.
Tampoco, alguna cosa habrá que hacer, ¿no?
-Pues, no sé.
No sé porque me... Rita quiere ser madre.
Y yo no, yo no, yo no... -Pero esas cosas no las tienes que pensar, hombre, primo.
Además, ¿a ti te han dicho que eso es seguro?
-No.
-Pues, ya está, hombre, pues, ya está.
Además, si la cosa no se resuelve, pues yo te dejo toda la munición que quieras para la Rita y para todas las cosas.
-Y esta es la planta clave de las galerías.
Aquí es donde está nuestro taller y el salón.
-Uno de los sitios favoritos de Raúl.
-¡Oh!
¡Raúl de la Riva!
¡El grande artista español!
¡Finalmente lo conozco!
Bravo.
Bravísimo.
Bravísimo.
¿Por qué en España no reconoce sus talentos?
-Lo importante aquí es que lo reconozca usted ahora que va a ser mi jefe.
-Bueno, es apasionante.
Acabo de comprar Real Madrid con Puskas y Di Stefano.
-El talento no se puede comprar.
[hablando italiano] -Por eso me gusta trabajar con los grandes de la moda.
Tienen palabra sin precio.
Tengo un proyecto muy importante por usted, Raúl.
Vamos a poner, ¿cómo se dice en España?
Velvet a patas arriba.
-¿Ah, sí?
-Sí.
La primera colección de moda de hombres de Velvet.
¿Nadie mejor que usted sabe lo que los hombres necesitan?
-En este país los hombres no saben diferenciar el Kashmir de la arpillera.
-Por eso mismo.
[hablando en italiano] [hablando en italiano] -Y aquí es donde trabaja el mejor equipo de las galerías, en el taller.
Aquí es donde empecé a trabajar cuando era una niña y donde aprendí todo lo que sé.
Doña Blanca ha sido mi maestra todos estos años.
Gracias a ella, a su responsabilidad, a su autoridad y a su maestría, es por lo que Velvet ha sido capaz de hacer frente a todas las colecciones y todos los encargos que ha tenido durante todos estos años.
Y no ha tenido que derivarlos a otros talleres como han hecho otras galerías.
-Bueno, era la forma que teníamos de diferenciarnos y de ofrecer algo auténticamente Velvet.
-Una gran decisión.
-Si me permite, señor Cafiero, quiero presentarle a mi mejor cortadora, Rita Montesinos.
Ella es mi mano derecha y sin ella, Phillipe Ray no podría existir.
-Encantada, señor Cafiero.
-Va a ser difícil encontrar los problemas de esta empresa.
-Créame, señor Cafiero, no existen.
-¿Y quién se encargará del equipo en tu ausencia?
-Rita en el corte y Doña Blanca al frente de la colección.
-Bueno.
No hay nada más que decir.
-Espero que vuelvas con lo que buscas.
-Y yo.
-Estamos en contacto para lo que sea, señor Cafiero.
¡Buen viaje!
-¡Tú!
¡Bigotitos!
Me debes una explicación y me la vas a dar ahora.
-¿Ahora?
-Ahora, en el Pausa.
Una copa.
Que dice una, dicen cuatro.
Invitas tú.
¡Vamos!
-¿Ana?
-¿Sigues adelante con ese viaje?
-Ya he hecho lo que usted quería.
He hablado con Cafiero y voy a volver en diez días para hacerme cargo de mis compromisos.
-Una mujer no debería viajar sola.
La situación en Cuba es complicada.
Podría ser peligroso.
-Pues, por eso necesito su ayuda.
Me vendría bien que me diera unos consejos y algunas direcciones por si necesito algo allí.
-La isla no es la que yo conocí.
Es un lugar distinto.
Alberto llamará y podrás convencerle para que vuelva.
Pero no cojas ese avión.
Hazme el favor.
-Voy a ir.
No puedo seguir esperando.
Necesito que Alberto sepa que le quiero de verdad.
¿Me va a ayudar?
-Lo siento.
No puedo hacerme cómplice de esta locura.
[golpes a la puerta] -Ana, quería darte las gracias por confiarme en tu colección.
No me lo esperaba.
-No puede estar en mejores manos.
-Para mí ha sido muy importante lo que has hecho hoy frente al nuevo propietario.
No puedo evitar estar nerviosa por los cambios.
Y alguien nuevo siempre puede poner en duda el trabajo que has hecho desde... -Mi tío no quiere que me marche.
Y yo voy a ir a buscar a Alberto.
Me cueste lo que me cueste.
Él tiene miedo de que me vaya, pero más miedo tengo yo.
De viajar sola, de no encontrarle, de que no quiera volver conmigo.
Yo necesito que él me ayude, no que me trate como una cría.
-Dale tiempo.
Ya sabes cómo es.
Le cuesta asumir todos estos cambios repentinos más que a nadie.
-No tengo tiempo.
Mi vuelo sale mañana.
-¿Crees que Ana lo conseguirá?
-Mira, Alberto puede vivir sin Velvet, pero no puede vivir sin Ana.
Volverá.
-No me puedo creer que me haya quedado solo.
-Hombre, muchas gracias.
-No te ofendas, Raúl, pero es que Alberto era hermano, camarada, socio.
-Pero eso es porque no has vivido muchas noches de fiesta conmigo.
Que créeme, pues claro que sí.
Yo te podría sorprender.
Bien.
No sé de qué te sorprendes, Mateo.
Yo podría dejarte boquiabierto.
Porque a mí también me gustan las bebidas fuertes, las caderas anchas y los chistes malos.
Mira, mira, hermano.
-Uy, impresionante, impresionante.
-Medias de cristal con costura trasera.
Como el nylon no hay nada igual.
Mira, esas dos piernas tampoco están nada mal.
-¿Mateo?
-Clara, mi amor, te he echado tanto de menos.
-Sí, sí, por eso estás tomando aquí unas copas con Raúl, ¿no?
-Suelta las penas, tengo tantas cosas que contarte.
Prométeme que no te vas a ir nunca más.
-Te lo prometo.
Te lo prometo, pues déjame respirar.
-Se está equivocando.
-¿Cómo dice?
-Su sobrina se va mañana y le necesita.
Está perdida y muerta de miedo.
-Ese viaje no es una buena idea.
-Ana es una mujer hecha y derecha y le ha demostrado una y otra vez que sabe lo que hace.
-No sabe lo que hace, doña Blanca, no lo sabe.
No tiene ni la menor idea de los riesgos que puede correr.
¿Quiere vivir una aventura?
Adelante.
Magallanes no esperó a que su tío fuera a darle un beso de despedida.
-No vuelque todos sus miedos en este viaje, don Emilio.
A mí también me aterra este cambio en las galerías.
No puedo ni imaginarme qué sería de nosotros fuera de este lugar.
Pero la decisión de vender las acciones a un extraño no la tomó ella.
-Los jóvenes hacen cosas sin pensar en las consecuencias.
¿En qué momento se le ocurrió armar toda esta maniobra a don Alberto?
Para marcharse luego sin dar la cara siquiera.
Si su padre levantara la cabeza... -Su padre fue un ser despreciable que arruinó muchas de las vidas que le rodeaban.
Para empezar, la mía.
Don Emilio, Ana no está abandonando el barco.
Simplemente quiere vivir con la tranquilidad de haberlo intentado todo por recuperar el amor de su vida.
Usted aún se arrepiente de no haberlo hecho.
-No quiero volver a estar solo.
-Pues, entonces, no se arriesgue a perderla antes de que coja ese avión.
-No sé.
Desde que llegué a las galerías... Siempre he estado de escudero, en la retaguardia, cómodo.
Muy cómodo.
Ahora tengo que dar la cara y... No sé.
No sé.
Sin Alberto esto va a ser muy difícil.
Y si a Ana no lo trae... Yo no sé si voy a saber dar la talla.
Se lo prometí.
-Mateo, llevo ya un tiempo al otro lado del despacho como para saber cómo trabajas.
Y Velvet es Velvet gracias a Alberto.
Pero también gracias a ti.
Y eso que no se te olvide.
Vamos.
¿Y Ana cómo está?
-¡Hola!
-¡Clara!
-Pero abráceme.
-Venga, está.
No sé nada de ti.
-Bueno, ¿qué tal por el pueblo?
-Un tostón, hija.
Pero bueno, por lo menos he heredado una parcelita.
Y a ti ya te contaré.
Me ha dicho Mateo lo de Alberto y que te vas.
-En seis horas.
-Vas a estar muy bien.
-Eso espero.
¿Y Mateo?
¿Creí que estaba contigo?
-No, ha ido al baño a refrescarse.
-¿Va todo bien?
-Pues, digamos que Ana no es la única que no puede vivir sin Alberto.
-Pero todo eso va a cambiar.
Todo va a volver a ser como antes.
-Eso espero, porque yo nunca había visto a Mateo así.
-¿Me he perdido algo?
-¡Uy!
Un montón de cotilleos de porrillos.
Sí.
Ana, venga, que... Que esta chica querrá descansar.
Venga, vamos a dejar de darle al palique y todo el mundo fuera.
-Pero si yo acabo de llegar.
-Ya, vamos.
-Pues, no sabes qué día lleva.
-Vamos, vamos, Mateo.
-¿Ana?
Tráemelo de vuelta.
-Te lo prometo.
-A dormir, que entre pitos y flautas no se acaba el día.
Buenas noches, chicos.
-Buenas noches.
-Voy yo luego.
-Así, ¿verdad?
-¿Primo?
-¿Qué?
-¿Qué, qué, qué?
¿Qué te pasa?
Oye, esa cara, de verdad, deja de pensar en esa mujer que no te hace ningún bien, ¿eh, primo?
-El bien se lo estará haciendo a otro, en su noche de bodas.
-No digas tonterías.
En este mundo hay gatas como patatas.
Ah, te has sacado, te has sacado, te estás sonriendo.
No se me ha ocurrido nada mejor, pero, primo, yo tampoco estoy muy bien.
-Anda, primo, tranquilo, que todo va a salir bien.
Ya verás, que dentro de nada lo veo correteando por aquí con un enano, con la margarita pegando gritos, que no sé cómo esposa, pero cómo madre no la querría yo tener.
-Bueno, vamos a dormir, que mañana será otro día.
-Buenas noches.
-Buenas noches.
-Y no hagáis mucho ruido.
-Habitación 669.
Qué sugerente, ¿no?
-Seguro que no es casualidad.
-Qué buena noche.
Estás... Estás impresionante con esos... Con ese... Creo que necesito tomarme una última copa.
-Uy, perfecto, así va a ponerme cómoda.
-Eso es lo que más me gusta de las películas.
-Tú puedes.
-Cariño, tengo todo listo.
-Ya salgo.
-Uy, que me mojó todo.
Cariño... -Valentín, creo que deberíamos hablar.
Porque con todo el día de la boda no nos ha dado tiempo.
Y yo, yo creo que antes de entrar en el lecho marital deberíamos ser sinceros.
-No, pero hablar ahora no, cariño, no digas tonterías.
Deja esto, ¿eh?
Deja esto aquí.
Vámonos.
-Valentín, es que yo todavía no me explico cómo he podido ocultártelo de adentro.
-No pasa nada, no, no.
Fue una reacción.
A mí ya se me ha pasado, ¿eh?
No, no, no, de verdad.
Y lo importante es saber que cuando uno guarda...
Se guarda algo es para no hacer daño a la otra persona.
Nada más, pero ya está, ¿eh?
Ya está.
-Valentín, ¿me estás ocultando algo?
-¿Ocultando yo?
No.
No, no, ¿qué te voy a ocultar yo, cariño?
No, no.
No, ocultar, ocultar... ¿Qué estás ocultando tú debajo de este camisón?
-Es que siempre he sido un poquito pudorosa.
¿Puedes apagar la luz, por favor?
-Vale.
Vale.
Patricia.
Tienes razón.
No podemos acostarnos.
Nuestro lecho debe ser un lecho cómplice, basado en el amor y la sinceridad ante todo.
-¿Pero qué estás diciendo, Valentín?
-Que hemos tenido un problema con la mina de Guinea.
-¿Con qué?
-La principal mina de la familia.
Un terremoto ha sacudido la zona y... Y es probable que no podamos tener acceso al interior.
-¿Qué?
-Pues, que si mañana mismo no voy allá, la fortuna familiar corre grave peligro.
-¿Pero tú desde cuándo sabes esto, Valentín?
-Me lo contó justo mamá antes de la ceremonia.
No te iba a dar este disgusto en el altar.
¿Verdad, cariño?
Pero ya está, ya te lo he dicho.
-Solo a mí me puede pasar esto.
-Ya está.
Ya hay sinceridad, así que... -¡No me toques!
¡Que no me toques!
-Por favor, que nos arruine la mina de Guinea en esta noche de bodas.
Cariño, por favor, amor.
Amor, no... Sal de ahí, cariño, por favor.
Que todo se va a solucionar.
[golpes a la puerta] -¿Todavía no has hecho la maleta?
-Ya casi está.
-Toma, son unas direcciones, por si las llegaras a necesitar.
Puede que algunas ya no existan.
Los teléfonos son de gente que, llegado el momento, te pueden echar una mano.
Y, bueno, yo... También quería pedirte disculpas por lo que te dije.
-No, no.
-No, déjame terminar, verás.
Verás, yo te sigo viendo como aquella pobre muchacha, desvalida.
No lo puedo evitar.
O no quiero, no lo sé muy bien.
El caso es que no soporto la idea de que te pueda pasar algo.
Es todo lo que tengo.
-Ya creí que me iba a tener que ir sin su abrazo.
La que más miedo tiene soy yo.
Estoy muerta de miedo.
-Me lo imagino, hija, me lo imagino.
Ah, una cosa.
Lo guardaba para una ocasión especial.
-¿Qué es?
No, no.
No, no, no, no.
-No, momento, no, no.
Si no te lo doy, te lo presto, te lo presto.
Así me aseguro de que vas a volver.
-Y del brazo de Alberto.
-Ojalá.
Te veo mañana.
-Gracias.
Hasta mañana.
-Interrumpimos nuestra programación para informarles de un terrible accidente aéreo.
El vuelo que salió ayer de Barajas con destino a La Habana ha sufrido un grave accidente.
Los daños del aeroplano y sus pasajeros aún están por determinar.
-Señores, por favor, mantengan la calma.
¿Hay confirmado el número de vuelo?
-Ahora no es un buen momento.
No sé si estás al tanto, pero estoy desbordada.
-O sea, ayer Alberto cogió un avión.
Volaba... -¿A La Habana?
-Vamos a pensar que esto puede tener un final feliz.
-Esto no es un patio de colegio.
Estos son negocios.
Y o colaboramos todos o se nos va de las manos.
-Somos accionistas y no hemos sabido hasta hoy nada de lo que estaba pasando.
Aquí somos el último mono.
-Eso tiene fácil arreglo.
Hay alguien aquí que tiene todas las respuestas.
-¡Mateo!
-Un momento.
Un momento.
Tengo que daros una noticia.
Hace unas horas Alberto se subió a un avión de Airsa rumbo a La Habana.
Están dudando si el vuelo accidentado es el de Airsa o no.
-Bárbara, por favor.
-Cristina, lo que está claro es que tu vida sin Alberto es mucho mejor.
Créeme.
Ya has llorado suficiente mientras le tenías a tu lado.
-¿Vas a llamar otra vez a Sara?
Ana, seguro que estás reunida.
-Carlos, soy Ana, Ana Rivera.
-Ana.
-Dime que no era vuestro vuelo.
Dime que no.
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